Estoy aquí, sentado, mirando al vacío.
Como de costumbre.
Tras durar un rato en actitud contemplativa, me imagino que ese es un hábito que puede resultar molestoso. El atisbo de inseguridad me crea un suspiro, seguido de una risa burlona dentro de mi cabeza: qué patético; soy más independiente que eso.
¿O no lo soy? ¿O quiero no serlo?
Ante la duda, la mirada se torna pesada, torturada, triste. Hacía mucho que no pensaba que había algo de mí que quisiera cambiar voluntariamente, o que no supiera precisamente cómo quiero que sea... hacía mucho que no dejaba de darme por terminado, no me revisaba y quería ser lo mejor... sin saber qué es lo mejor.
Todo esto en un instante, en el cuál el alma misma se perturba:
¿Te estoy haciendo daño sin saberlo ninguno de los dos, sin querer admitirlo?Repentinamente caigo en un extraño estado de desesperación inmóvil, en el cuál a la vez me ahogo y no sucede nada. En medio de la incertidumbre, te miro. Y quizás brote de mis labios el más sincero "te quiero", o simplemente quede tan aturdido por lo mucho que no sé que sólo se me agüen los ojos, y se apodere de mí un sentimiento enorme de debilidad, impotencia, e insignificancia.
Y en un caso u otro, tal vez escuche en la melodiosa voz que tan a menudo escucho en mi mente antes de quedar arropado en el mundo de Morfeo decir: "
¿Y ahora qué hice?", "
¿Te pasa algo?", "
M'ijo, tu estás mal", o alguna frase afín, ante las cuales me siento tan injusto por no saber responder.
Entonces despierto un poco, vuelvo a la realidad. Y quizás sonría por sentir tu calidez dentro de mí, porque has espantado las sombras de mi alma.
O simplemente el alivio que causa darme cuenta de que esto no es una ilusión, que no es todo un sueño, que algo hay de real...
Que, por mucho que no comprenda, estás ahí.
Que, por poco que pueda hacer, estoy aquí para ti.
Que, aunque no entienda nada, aceptas que esté ahí.
Y de repente todo está bien, y estoy demasiado contento con el presente como para pensar en nada más, y estoy contento con lo que me corresponde.
Y ya no me molesta abrirme, y dejar salir todo lo que quieras saber. Y ya nada es injusto, todo es bello, la felicidad embarga todo. Ya puedo tolerar todo, amar todo, vivir todo, sentir todo.
Ya puedo ser perfecto, porque todo tiene sentido...
aunque no sepa.
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A lo mejor comprendas un poco "qué es lo que hiciste ahora" para que te quiera.
Vales mucho. Demasiado como para intercambiarte por cualquier cosa terrenal.
Vales mucho, porque a pesar de tu impermanencia y la mía, juntos, creamos algo eterno.